El 14 de enero de 2015 publiqué mi primer vídeo en Youtube.
Me pasaba muchísimo tiempo viendo a otros youtubers, así que pensé ¿por qué no hacer lo mismo que ellos? Además, antes del canal, plasmaba mis ideas, reflexiones, experiencias y aventuras en un blog («Diario de a bordo»). Pero era consciente de que había personas a las que no les apetecía leer o simplemente no les gustaba hacerlo. Todo encajaba para abrirme un canal en Youtube.
Aquello se iba a convertir en mi escaparate. Sabía que mi discapacidad era lo que más tenía que aprovechar. Muchas personas tenían curiosidad por mi día a día. Y aunque al principio lo enfocara de una manera muy distinta, al final se convirtió en un lugar donde la gente podía aprender conmigo.
El humor se volvió mi mayor arma para demostrar a mi público que mi discapacidad no me impedía llevar una vida como la de cualquier otra persona. Hacer reír a tu gente mientras les demostrabas que eras capaz de un montón de cosas era sin duda muy gratificante.
Pero es que Youtube no es un camino de un único sentido, yo también me llevé, y me sigo llevando, muchas cosas de toda esta aventura: amigos, recuerdos, experiencias, conocimientos…
Es en mi canal de Youtube donde puedo explotar la mayor parte de mi creatividad, donde puedo darle vida a las tantas ideas que corren por mi cabeza. La libertad de poder grabar un sinfín de vídeos y a la vez tratar de transmitir algo en cada uno de ellos, hace que se vuelva un reto constante.